Por: Jessica Campos
No la busques, no existe.
Me gustaría que todos los artículos escritos con ese título comenzaran como lo he hecho en este post, así entenderíamos que por muy atractivo que suene, nos equivocamos al hacer el intento de buscar en la web, en libros y hasta en tiendas algo que realmente ya tenemos cada uno de nosotros, y que es único.
La felicidad no es un paso a paso, ni mucho menos una mezcla de medidas exactas de ingredientes a cierta temperatura y con cierta forma de preparación. Acaso nos hemos preguntado qué pasaría si no encontramos todos los ingredientes que esas recetas nos proponen, ¿tendríamos como resultado una felicidad a medias? O quizás quedaría en cuestión el resultado de esa felicidad dependiendo de nuestro nivel en la forma de preparación, ¿sería una felicidad nivel aprendiz, felicidad nivel pro, felicidad nivel master?
Existen infinidad de libros cuyos autores afirman que la felicidad viene de adentro, de nosotros. Y es aquí donde propongo un aplauso para ellos. Es así, la felicidad es aquel sentimiento que nos llega en cualquier momento, lugar, incluso estando solos o acompañados. Si nos traemos un poco de lo publicado en el post anterior, donde afirmaba que Detenerse no es parar, precisamente ese es el camino a seguir para sentir la felicidad. Se trata de vivir nuestras vidas, con naturalidad, identificando ese cambio en nosotros, ese brillo en nuestros ojos, ese pálpito diferente en nuestros corazones, esa sonrisa inevitable, esa exhalación extensa, esas ganas de cantar, esa risa incontrolable, esa lágrima con un tanto de dulzor, esa sensación de que el mundo se detiene, sin parar.
Y quién más que nosotros mismos para descubrirlo. Por qué dejarlo en manos de Google para que nos muestre el paso a paso de cómo lograrlo – “muchas gracias Sr. Buscador, pero esta vez pasamos”. Y claro está, que tampoco se necesita algún motivo específico para que llegue a nosotros. Cada día puede presentarse desde la forma más mínima hasta la más llamativa alertando nuestro alrededor, contagiando de ese sentimiento hasta hacerlo común.
Compartir sentimientos de felicidad con otros es válido, sin embargo es nuestra responsabilidad permitir que cada persona sea capaz de identificar aquellos que son propios, los que utilizarán para enriquecer su corazón, su alma. Enumerarlos sería agotador, pero vivirlos en el momento y mirar atrás solo para recordar lo grato que fueron, es un motor impulsor. Más que palabras son gestos simples, sencillos, tal como despertarse y sentir que tenemos otro día para vivir, compartir un mensaje de buenos días, son esos cinco peligrosos minutos de sueño profundo que llegan luego de suspender el sonido del despertador, es sentir olor del café, saludar al vecino, detallar la carita de los niños al llegar al colegio con su humor más agradable, es ver tu bandeja de correos pidiendo auxilio y aun así optar por saborear primero otra taza de café; al fin y al cabo sólo es el principio de la mañana y ya la felicidad te ha tocado y tú le has dado la bienvenida, todavía queda mucho por llegar.
Basta con buscar en nuestro interior ese sentimiento de felicidad, repetirlo durante el día y vivirlo en cada momento, teniendo en cuenta que somos afortunados de tenerla. Dejémosla fluir.
Y tú, ¿cuántas veces has sentido felicidad hoy?
Respira y vive.
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